Reflexiones de metropolitano:
Vas abstraído, y entonces empiezas a escuchar, muy
lejanamente, un violín, unas risas, un saludo, unos besos, unos pasos, ruido, y
de repente, una persona llorando. Piensas, me gustaría disfrutar la música del
violín pasajero, ser tan feliz, tener amigos con los que compartir esa experiencia,
amar, no tener tanta prisa, poder escuchar el silencio y consolar el dolor de
aquella persona. Vas triste, pensando en tus cosas, con cara de perro, escuchando
música para no tener que sufrir con tus pensamientos. Recuerdas, momentos
felices, tristes, de asombro, o simplemente no te acuerdas. Disfrutas del momento,
no quieres que acabe nunca y de repente oyes una voz, vacía, sin emociones, que
te indica que ha terminado tu momento de intimidad. Sales, andas, te das cuenta
de la tranquilidad que has abandonado y desearías volver, hay mucho bullicio,
te agobias y simplemente, olvidas lo que acabas de vivir: aquel rastafari que
iba más pallá que pacá, aquella pareja feliz y lejos de la dura realidad, ese
grupo de amigos que iban a tener una noche divertida e inolvidable, ese
universitario que volvía de luchar por su futuro, un viejecito que veía que
este ya no era su mundo.
Un mundo perdido y tú sin poder hacer nada.
Metro de Madrid, un mundo diferente.
Santi D.B
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