Oda a mi vida:
Hace no muchos años me enamoré de una chica preciosa, comprensiva y rica. Con ella podía ser yo mismo: en ella ahogaba mis penas y ella me escuchaba, me divertía a su lado e incluso la compartía con mis amigos. Esta princesa era de piel color de miel, de cabellos blancos y espumosos y de un carácter tan burbujeante que a veces te empapabas de ella. Siempre que la veía, había algo que saltaba en mi corazón, me recorría un gozo interior, una alegría que me desbordaba, una sensación de paz. Pero cuando se acababa el tiempo de disfrutar de ella, dejaba un espacio vacío que daban ganas de rellenar con mi amada, hasta acabar impregnado de ella. Cuando pasaba un tiempo en el cual no la veía, intentaba reemplazarla con otras, de menor calidad, tan diferentes a ella que no me daban esa sensación de plenitud que me proporcionaba la compañía de mi princesa. Al final siempre volvía a su compañía y le prometía fidelidad por siempre, entonces me volvía a asaltar ese gozo, que me hacía no ver más allá de ella, fuera noche o día.
Te amo cerveza mía
Santiago D.B
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